Creías que podías navegar mi silencio.
Te abro de piernas mi corazón, mi noche, mi luna rebosante de riberas y espanto.
Pensabas que podías tocarme de cerca,
yo te acaricio desde la Gran Distancia
con mi escarcha de peces abisales.
Sabes que es irreal todo esto
y me estoy palpando de alegría
por haberte conocido, princesa.
Dices que somos muy diferentes,
lo justo para no aburrirnos,
aunque estaría dispuesto a clonarme de ti, de tu viento golpeando la lumbre, de tu ternura y tu dolor de estatua.
Deja que nade junto a los cisnes maltratados.
Deja que bese dulcemente los labios de tu alma.
Ángel Petisme
Ilustración: Catrin Welz-Stein
