En el centro de todo lo que vive
hay un lugar, un hueco transparente al que llaman espíritu.
Es allí donde viertes tu poder
y te transformas,
es allí donde haces
a cada ser distinto de los otros.
Y por eso el espíritu es un don,
el don de ser sí mismo,
aquel que nos otorgas cuando la luz despunta
y vienes a habitar los huecos transparentes.
Sé que eso ocurre cuando oigo tu risa
bajar como una ardilla desde los altos cedros.
Chantal Maillard
Ilustración: Patricia Ariel
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martes, 28 de mayo de 2019
lunes, 18 de marzo de 2019
Si pregunto...
Si pregunto a los hombres
qué es aquel cuerpo inmenso
que vibra al otro lado de los bosques,
me contestan: "el mar".
Si te pregunto qué es el mar,
me dices:
"un animal de lluvia que sin tregua recorre
la distancia infinita que de sí mismo le separa".
Quieres ponerme a prueba, pretendes confundirme.
Sé que aquel cuerpo inmenso
eres tú
cuando sales del bosque
y arrojas tu saliva sobre el mundo.
Chantal Maillard
Ilustración: Victor Tkachenko
qué es aquel cuerpo inmenso
que vibra al otro lado de los bosques,
me contestan: "el mar".
Si te pregunto qué es el mar,
me dices:
"un animal de lluvia que sin tregua recorre
la distancia infinita que de sí mismo le separa".
Quieres ponerme a prueba, pretendes confundirme.
Sé que aquel cuerpo inmenso
eres tú
cuando sales del bosque
y arrojas tu saliva sobre el mundo.
Chantal Maillard
Ilustración: Victor Tkachenko
miércoles, 31 de octubre de 2018
Decálogo
No invadirás mi reino ni los mares que amparan mis fronteras.
No abrirás una brecha en la muralla
que protege a la bestia herida.
No borrarás la imagen que con éxito
me empeño en moldear frente al espejo en los días de niebla.
No robarás la paz que, aunque endeble,
mantiene en orden mis ciudades, anclados en el puerto los navíos.
No incendiarás el mundo que logré edificar
sobre tanta derrota y a pesar de ello.
No entrarás, sobornando al centinela, en la alcoba
donde aguardé cien años y un día tu regreso.
No templarás tu acero en el cráter ardiente de mi espíritu.
No sembrarás en mí, de nuevo,
el temor de perderte.
No sabrás
que una palabra tuya basta para herirme de muerte
y hacer de mi corazón un campo de exterminio. No sabrás
cuanto anhelo rendir a tus pies este imperio,
entregarte mis armas y abdicar de mi misma entre tus brazos.
No verás, mi Señor, nunca verás
las lágrimas de amianto
con las que tejo mi armadura.
Chantal Maillard
Ilustración: Sonia MariaLuce Possentini
No abrirás una brecha en la muralla
que protege a la bestia herida.
No borrarás la imagen que con éxito
me empeño en moldear frente al espejo en los días de niebla.
No robarás la paz que, aunque endeble,
mantiene en orden mis ciudades, anclados en el puerto los navíos.
No incendiarás el mundo que logré edificar
sobre tanta derrota y a pesar de ello.
No entrarás, sobornando al centinela, en la alcoba
donde aguardé cien años y un día tu regreso.
No templarás tu acero en el cráter ardiente de mi espíritu.
No sembrarás en mí, de nuevo,
el temor de perderte.
No sabrás
que una palabra tuya basta para herirme de muerte
y hacer de mi corazón un campo de exterminio. No sabrás
cuanto anhelo rendir a tus pies este imperio,
entregarte mis armas y abdicar de mi misma entre tus brazos.
No verás, mi Señor, nunca verás
las lágrimas de amianto
con las que tejo mi armadura.
Chantal Maillard
Ilustración: Sonia MariaLuce Possentini
jueves, 17 de mayo de 2018
Aquí
Dime lo que he de hacer. Las palabras
se agolpan. Dime algo, dices, dice
él. A mí, me parece
que no dejo de hablar. No obstante,
cuando lo intento —dime, dice—, oigo
como un gemido, tan sólo un gemido
que arrastra el llanto.
Dime lo que he de hacer. Llévame a
donde me digan lo que he de
hacer. Sus ojos. Tus
ojos —¿tus?— sí,
cálidos ojos-lago, ojos-aquí.
Aquí, como los niños
y los idiotas. Por eso tus ojos,
para quedarme. Para
seguir aquí. Para aguardar
aquí. ¿Aguardar qué? No importa.
Para aguardar.
Ni dentro ni en superficie.
Aquí donde los niños
y los pobres de mente. Un aquí
que se prolonga en tus ojos sus ojos,
para poder quedarme.
Dime lo que he de hacer.
Escribo
porque tal vez no hablo. No
me sueltes.
Chantal Maillard
Ilustración: Nicoletta Tomas Caravia
martes, 13 de marzo de 2018
He seguido las huellas de los lobos
He seguido las huellas de los lobos
hasta donde se trenzan las ramas de los árboles.
Les he visto clavar sus dientes en el cuello
de un corzo acorralado,
y la luz era verde y el viento acariciaba
sus vientres jadeantes.
He visto debatirse una liebre en las garras de un águila,
y el sol,
ese gran ojo ciego que se nutre
de los cuerpos inertes,
resplandecía en la montaña.
He urgado en las entrañas de un pájaro nocturno
y en mis manos bebieron los chacales.
Sé cómo besan las serpientes: su beso es el reflejo de la luna
sobre el agua fría.
Por todas partes, en todas las cuevas
donde he velado el fuego que me consume y me alimenta
te he vuelto a conocer,
y te he amado
en los ojos que besan las serpientes,
en la humedad del viento,
en el sol que calcina los huesos de los lobos.
Te he amado y te amo
en todo lo que muere
y en todo lo que mata
y en la raíz que corre a ras de suelo como una comadreja.
Chantal Maillard
Ilustración: Conrad Roset
martes, 12 de septiembre de 2017
jueves, 13 de julio de 2017
El cansancio
El cansancio. De nuevo, el
cansancio. El esfuerzo por
sobrevivir. Reiterado
Observar las nubes.
Dentro.
Barrer.
Dentro.
Elegir quedar.
Toda nube
lleva una trayectoria. Asumir
la trayectoria. Imposible
barrer todo siempre. Está el
cansancio.
Aunque también el de
las trayectorias. De ver pasar las nubes.
También ese cansancio.
Entonces,
por un momento, ahora.
Sin voluntad. Y casi está bien.
Hasta pensar el estar bien y convertirlo
en nube. En trayectoria.
Chantal Maillard
Ilustración: Cheong Soo Pieng
jueves, 15 de junio de 2017
Intermedio
Entre una imagen tuya
y otra imagen de ti
el mundo queda detenido.
En suspenso. Y mi vida
es ese pájaro pegado al cable
de alta tensión,
después de la descarga.
y otra imagen de ti
el mundo queda detenido.
En suspenso. Y mi vida
es ese pájaro pegado al cable
de alta tensión,
después de la descarga.
Chantal Maillard
jueves, 6 de abril de 2017
Heme aquí raíz...
Heme aquí raíz,
savia de impulsos ascendentes,
madre aún,
posible siempre,
anticipada gestación
de un porvenir intruso,
intrusa de un presente
que desestima
el valor de nacer
a sí mismo de nuevo.
Heme aquí clavando
mis ojos
de savia encarcelada
en los troncos vacíos de los árboles
muertos,
heme aquí creyendo,
queriendo creer
en la impostura de las ruinas,
en el candor del desastre,
el valor de lo opaco,
la calidez del humo en los rescoldos.
Heme aquí,
heme aquí,
he aquí que me atrevo
a creer en las ruinas.
¡Me atrevo a creer en las ruinas!
Chantal Maillard
Ilustración: Gabriel Pacheco
miércoles, 8 de febrero de 2017
No pondrás nombre al fuego
No medirás la llama
con palabras dictadas por la tribu,
no pondrás nombre al fuego,
no medirás su alcance.
Todas las llamas son el mismo fuego.
Mi cuerpo es una antorcha que alumbra los espantos
que la razón construye en sus tinieblas.
Hay que bajar al cuerpo, muy adentro,
tocar el centro ardiente, abrirlo y propagar
el gozo de la lava.
No importa en qué caderas,
en qué pecho resbale,
no importa la estatura, el sexo o la materia
pues todos caminamos sobre la misma pira.
No medirás la llama con palabras que encubren
los viejos sentimientos de los hombres.
Chantal Maillard
Ilustración: Remedios Varo
martes, 31 de enero de 2017
Y si te quiero abierto...
Y si te quiero abierto
como el centro imposible de un mundo transparente,
si te quiero imposible, más allá de mis brazos
o la aurora que extiende un sueño en las tinieblas,
más abierto que el viento, más leve y más amante,
será porque mañana nos quisiera infinitos,
unidos como nieve a punto de ser agua
Y es por eso que dejo resonar la memoria,
todas esas palabras de hilo que se enredan
en tu boca o la mía.
Ilustración: Igor Kozlovsky
miércoles, 14 de diciembre de 2016
A punto
Llevo acostada largo tiempo
en la orilla. Mis pechos
son colinas cubiertas de hoja seca.
Levanto la cabeza y me contemplo:
en mis muslos el vello a punto de ser vello,
me incorporo: la hierba a punto de ser hierba,
doy un paso y despierto al agua
a punto de ser agua,
se asusta un ave negra a punto de ser ave a punto
de ser negra......
Un resplandor me ciega:
el bosque me contempla, a punto de ser bosque,
a punto de ser tuya.
Ilustración: Akira Kusaka
jueves, 24 de noviembre de 2016
Y qué hay del sentimiento...
¿Y qué hay del sentimiento?
No, no lo hay, aquí no hay sentimiento.
¿Debería haberlo?
¿Es poesía el verso que describe
fríamente aquello que acontece?
Pero ¿qué es lo que acontece ?
No, no lo hay, aquí no hay sentimiento.
¿Debería haberlo?
¿Es poesía el verso que describe
fríamente aquello que acontece?
Pero ¿qué es lo que acontece ?
Chantal Maillard
Ilustración: Anuska Allepuz
domingo, 2 de octubre de 2016
Anduve por el dorso de tu mano, confiada...
Anduve por el dorso de tu mano, confiada,
como quien anda en las colinas
seguro de que el viento existe,
de que la tierra es firme,
de la repetición eterna de las cosas.
Mas de repente tembló el universo:
llevaste la mano a tus labios
y bostezando abriste la noche
como una gruta cálida.
Llevabas diez mil siglos despertando
y el fuego ardía impaciente en tu boca.
como quien anda en las colinas
seguro de que el viento existe,
de que la tierra es firme,
de la repetición eterna de las cosas.
Mas de repente tembló el universo:
llevaste la mano a tus labios
y bostezando abriste la noche
como una gruta cálida.
Llevabas diez mil siglos despertando
y el fuego ardía impaciente en tu boca.
Chantal Maillard
Ilustración: Cheong Soo Pieng
viernes, 23 de septiembre de 2016
No existe el infinito...
No existe el infinito:
el infinito es la sorpresa de los límites.
Alguien constata su impotencia
y luego la prolonga más allá de la imagen, en la idea,
y nace el infinito.
El infinito es el dolor
de la razón que asalta nuestro cuerpo.
No existe el infinito, pero sí el instante:
abierto, atemporal, intenso, dilatado, sólido;
en él un gesto se hace eterno.
Un gesto es un trayecto y una trayectoria,
un estuario, un delta de cuerpos que confluyen,
más que trayecto un punto, un estallido,
un gesto no es inicio ni término de nada,
no hay voluntad en el gesto, sino impacto;
un gesto no se hace: acontece.
Y cuando algo acontece no hay escapatoria:
toda mirada tiene lugar en el destello,
toda voz es un signo, toda palabra forma
parte del mismo texto.
Ilustración: Konstantin Kalynovych. Flight to nowhere
lunes, 8 de agosto de 2016
Deseé alguna vez que un poeta me amase...
Deseé alguna vez que un poeta me amase
Ahora duelen sus poemas en mi cuerpo‚
algo de mí que en él se reconoce hasta quebrar la imagen
de todo lo que fui.
Ahora deseo que me amase tanto que dejara de amarme
y sus palabras fuesen nieve
que el sol de junio fundiese entre mis pechos‚
allí donde su aliento insiste en acallar
esta tristeza antigua que siempre me acompaña.
Ilustración: raphael kirchner
martes, 2 de junio de 2015
Conjuro para decir Mentiras y Construir Verdades
Cuando cumplí seis años, a cambio de su amor,
mi madre me arrancó la terrible promesa
de no mentir jamás.
Así, igual que un soberano controla al pueblo al que gobierna,
ella me dio la libertad que al necio se le otorga:
actuarás dentro del margen que yo-mis leyes establecen.
No había escapatoria: su ministro de asuntos interiores
tenía su despacho montado en mi conciencia.
Yo la echaba de menos, por eso no traicioné su confianza;
fui fiel a mi promesa.
Pero también, y con el tiempo, quise ser fiel a mis instintos
y extensiva se hizo la verdad al deseo que impulsaba mis actos.
Creo que confundí el orden imperioso del deseo
con el orden común de los Estados,
pues provoqué una guerra.
Después del gran naufragio, ella me preguntó:
¿no podías acaso haber mentido?
En ese instante, entonces, usurpé la corona.
Ser libre no es un don, es una reconquista,
y a menudo es preciso callar y conducir
las palabras al cauce más amable;
es preciso callar para construir
aquella historia que habrá de guardarse
como un largo secreto del que nadie es testigo. Ser libre
es cuidar de un misterio
sobre el que el alma se moldea.
Hay seres que comprenden temprano este principio;
me produce ternura descubrir sus engaños
y comprobar la paz que de ellos resulta;
admiro las mentiras bien trabadas,
la coherencia del engarce, el arte dirigido
hacia un fin; me conmueve
la soledad de aquel que las inventa
y consiente al imperio de su lógica.
El que miente edifica el mundo que conviene
para salvaguardar la ficción de los otros, la legítima
ficción que necesitan contra
la angustia de sentirse
tan solos
sin leyes, sin verdades,
sin ese amor que creen recibir
a cambio de su alma.
Chantal Maillard
Ilustración: June Leeloo
mi madre me arrancó la terrible promesa
de no mentir jamás.
Así, igual que un soberano controla al pueblo al que gobierna,
ella me dio la libertad que al necio se le otorga:
actuarás dentro del margen que yo-mis leyes establecen.
No había escapatoria: su ministro de asuntos interiores
tenía su despacho montado en mi conciencia.
Yo la echaba de menos, por eso no traicioné su confianza;
fui fiel a mi promesa.
Pero también, y con el tiempo, quise ser fiel a mis instintos
y extensiva se hizo la verdad al deseo que impulsaba mis actos.
Creo que confundí el orden imperioso del deseo
con el orden común de los Estados,
pues provoqué una guerra.
Después del gran naufragio, ella me preguntó:
¿no podías acaso haber mentido?
En ese instante, entonces, usurpé la corona.
Ser libre no es un don, es una reconquista,
y a menudo es preciso callar y conducir
las palabras al cauce más amable;
es preciso callar para construir
aquella historia que habrá de guardarse
como un largo secreto del que nadie es testigo. Ser libre
es cuidar de un misterio
sobre el que el alma se moldea.
Hay seres que comprenden temprano este principio;
me produce ternura descubrir sus engaños
y comprobar la paz que de ellos resulta;
admiro las mentiras bien trabadas,
la coherencia del engarce, el arte dirigido
hacia un fin; me conmueve
la soledad de aquel que las inventa
y consiente al imperio de su lógica.
El que miente edifica el mundo que conviene
para salvaguardar la ficción de los otros, la legítima
ficción que necesitan contra
la angustia de sentirse
tan solos
sin leyes, sin verdades,
sin ese amor que creen recibir
a cambio de su alma.
Chantal Maillard
Ilustración: June Leeloo
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