Cuando salgo a la calle
Procuro siempre llevar los ojos puestos.
Una vez los dejé pegados al televisor
Y el dolor de cabeza fue insoportable.
Y veo...
Veo tu aliento, tus ojos, tu pelo
y veo tu espalda
alejándose.
Veo aquel muro que escupe verdades
y aquel otro que habla de amores
inalcanzables.
Veo aceras manchadas de sangre
de las batallas libradas
por los que creían ser libres
y ya no eran nadie.
Veo más humo que aire,
más horas que instantes,
más caminos que no llevan
a ninguna parte.
Veo a un anciano que duerme
En un banco del parque
“te veo”, le digo
“Gracias”, contesta
“normalmente nadie me ve”
Poema e Ilustración: Javi Valero
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jueves, 27 de noviembre de 2014
Había una vez
Había escrito cien veces: te quiero.
Había cubierto la habitación con cien ramos de rosas, había esperado cien veces bajo la lluvia, había dibujado cien corazones enlazados, había afirmado cien veces que yo era la mujer de su vida.
Me había puesto la mano encima sólo una vez...
y fue suficiente.
Javi Valero
lunes, 2 de diciembre de 2013
Ocho y Medio
Miro al techo que hoy ha vuelto a gotear,
hacía tiempo que no llovía así.
Y cada gota golpeando contra los cacharros de metal
me hace pensar unas veces en sangre y otras veces en ti.
Lo que en realidad viene a ser lo mismo.
Lo que, por crueldad, ahora viene a dar igual.
O puede ser un ángel que una vez perdió la fe y fue
expulsado, y que ha venido a agonizar justo encima de mi
hogar y estas gotas sean sus lágrimas.
O puede que sea por hacer entrar ya en razón
y llegar a comprender que dentro de este horror no hay
literatura, no, y eso tú lo sabes bien a fuerza de caer una
y otra vez en una trampa mortal que en el tiempo dura ya
ocho años y medio.
Seré muy breve: te quiero, y esto duele.
Y vino un pájaro a posarse en mi ventana.
Tenía una ala rota y su plumaje era gris y azul.
Y al acercar mi mano y comprobar que no, no echaba a volar
supe de inmediato que lo enviabas tú.
Lo tomé entre mis garras y lo dejé morir,
y cuando lo hizo aún llovía aquí.
Y la sangre al gotear entre zarpas de animal presagió mi
suerte, como una ave que voló de Madrid hacia Gijón aun herida de muerte, rescribiendo la espiral de prometer hacerlo bien,
de cometer un nuevo error, de no saber pedir perdón o pedirlo
demasiadas veces.
Y aunque ahora escupo una oración helado de terror ningún dios
responde aún.
¿Soy yo el que no ve o es que todavía no se hizo la luz?
Seré muy breve: te extraño, y esto duele.
Trato de encontrar una salida
pero no recuerdo ni por dónde hemos entrado aquí.
Y contemplo junto a mí el cadáver del que fui,
según tú, en una ocasión,
y es la mancha de humedad la de la herida mortal
impregnada en el colchón,
y ahora que te oigo llorar en lugar de ir hacia ti
me vuelvo a anestesiar y me limito a subir el volumen
del televisor, o me concentro en recordar, para no pensar en ti,
que tendría que llamar y que alguien venga a reparar
la gotera de una puta vez, que ya cansé de recoger litros de
agua gris, gris como un metal
que un día relució y que ahora es suciedad.
¿Qué se hace para amar lo que quise despreciar ya una
y mil veces?
Seré bien breve: te he perdido, y esto duele.
Nacho Vegas
Ilustración: Javi Valero
hacía tiempo que no llovía así.
Y cada gota golpeando contra los cacharros de metal
me hace pensar unas veces en sangre y otras veces en ti.
Lo que en realidad viene a ser lo mismo.
Lo que, por crueldad, ahora viene a dar igual.
O puede ser un ángel que una vez perdió la fe y fue
expulsado, y que ha venido a agonizar justo encima de mi
hogar y estas gotas sean sus lágrimas.
O puede que sea por hacer entrar ya en razón
y llegar a comprender que dentro de este horror no hay
literatura, no, y eso tú lo sabes bien a fuerza de caer una
y otra vez en una trampa mortal que en el tiempo dura ya
ocho años y medio.
Seré muy breve: te quiero, y esto duele.
Y vino un pájaro a posarse en mi ventana.
Tenía una ala rota y su plumaje era gris y azul.
Y al acercar mi mano y comprobar que no, no echaba a volar
supe de inmediato que lo enviabas tú.
Lo tomé entre mis garras y lo dejé morir,
y cuando lo hizo aún llovía aquí.
Y la sangre al gotear entre zarpas de animal presagió mi
suerte, como una ave que voló de Madrid hacia Gijón aun herida de muerte, rescribiendo la espiral de prometer hacerlo bien,
de cometer un nuevo error, de no saber pedir perdón o pedirlo
demasiadas veces.
Y aunque ahora escupo una oración helado de terror ningún dios
responde aún.
¿Soy yo el que no ve o es que todavía no se hizo la luz?
Seré muy breve: te extraño, y esto duele.
Trato de encontrar una salida
pero no recuerdo ni por dónde hemos entrado aquí.
Y contemplo junto a mí el cadáver del que fui,
según tú, en una ocasión,
y es la mancha de humedad la de la herida mortal
impregnada en el colchón,
y ahora que te oigo llorar en lugar de ir hacia ti
me vuelvo a anestesiar y me limito a subir el volumen
del televisor, o me concentro en recordar, para no pensar en ti,
que tendría que llamar y que alguien venga a reparar
la gotera de una puta vez, que ya cansé de recoger litros de
agua gris, gris como un metal
que un día relució y que ahora es suciedad.
¿Qué se hace para amar lo que quise despreciar ya una
y mil veces?
Seré bien breve: te he perdido, y esto duele.
Nacho Vegas
Ilustración: Javi Valero
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