como una concha abandonada, lavada por las aguas marinas;
tu vientre lleno de mariposas, tu vientre tirante como un arco;
tu vientre silencioso, como un bosque mientras desciende el rocío;
y tus leves pies de madre van descalzos, y la sangre se precipita en tus manos,
y es el mundo como una piedra que rueda sordamente empujada por los ángeles.
...Y es el mundo a tus pies de una maravillosa dulzura.
Y es de noche, ahora es de noche, estamos solos en la noche.
Y en tu sustancia se transforma profundamente lo más oculto de mi alma,
y siento compendiarse tu corazón como una gota en una flor,
y si cavara, encontraría la música más secreta del orbe;
y si golpeara mis palabras brotarían en la sombra la luna y las estrellas
Ah tu vientre abombado,
henchido de suavidad, íntimo de niñez,
volteado como una campana,
transparente en la plenitud de la piel, con tanta ternura de rosa,
como en las noches de San Juan, empañadas de oro,
brota el humo en los campos, sumidos en la luz de la luna.
¡Ah tu vientre con lágrimas, tu vientre dulce como un valle,
por donde fluye la tristeza, por donde va volando la risa!
Y ya sacude tus entrañas la terrible hermosura viviente.
Y ya restalla el áureo fuego, la vejez de los Ángeles caídos.
Y a través de mil rincones silenciosos Dios ha pasado hacia tu cuerpo.
Y ya blandamente respira.
Y ya blandamente respira.
Y respira.
Y respira.
Y siento ansiosamente crecer hasta lo más pequeño de tus huesos,
y siento el corazón que respira,
y vivo en lo más viejo de tu vida, como en una prisión increíble;
y si cavara sordamente,
y si golpeara hacia el alma...
Leopoldo Panero
Ilustración: Gustavo Aimar
Y es de noche, ahora es de noche, estamos solos en la noche.
Y en tu sustancia se transforma profundamente lo más oculto de mi alma,
y siento compendiarse tu corazón como una gota en una flor,
y si cavara, encontraría la música más secreta del orbe;
y si golpeara mis palabras brotarían en la sombra la luna y las estrellas
Ah tu vientre abombado,
henchido de suavidad, íntimo de niñez,
volteado como una campana,
transparente en la plenitud de la piel, con tanta ternura de rosa,
como en las noches de San Juan, empañadas de oro,
brota el humo en los campos, sumidos en la luz de la luna.
¡Ah tu vientre con lágrimas, tu vientre dulce como un valle,
por donde fluye la tristeza, por donde va volando la risa!
Y ya sacude tus entrañas la terrible hermosura viviente.
Y ya restalla el áureo fuego, la vejez de los Ángeles caídos.
Y a través de mil rincones silenciosos Dios ha pasado hacia tu cuerpo.
Y ya blandamente respira.
Y ya blandamente respira.
Y respira.
Y respira.
Y siento ansiosamente crecer hasta lo más pequeño de tus huesos,
y siento el corazón que respira,
y vivo en lo más viejo de tu vida, como en una prisión increíble;
y si cavara sordamente,
y si golpeara hacia el alma...
Leopoldo Panero
Ilustración: Gustavo Aimar
