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miércoles, 6 de mayo de 2015

Tú, porque amas, te derrumbas

Hoy tienes el pelo precioso.
Esto es una caricia microscópica en una fiesta.
Es el desvanecerse de los muertos.
Es llegar a casa
con tu corazón de gorila en completo desorden.
Es sentirse como un barco de vapor
meciéndose en el muelle a medianoche,
un merendero soportando
el viento. Pero es también la vida levantada
por tus manos torpes,
tu cerebro que se enciende
cuando ves una mujer hermosa
comiendo frutos secos en la oscuridad de un bar.

Tienes la cabeza dividida en dos por un arroyo;
cada hemisferio, embrujado y divino,
viene de tus profundidades (aquel asunto tuyo,
la voz de tu dolor, tus dibujos animados).

Los padres locos y ausentes
engordan una hoguera
con sus ventosidades,
y tu pesado cuerpo se levanta y marcha.

Se trata de empezar una frase diciendo
nunca le he contado esto a nadie.

Y tú estás, hambrienta y espantosa,
al borde de la tierra,
donde aguardan los muertos,
y donde ellos, en el bullicio
de un vórtice de colchas y raíces,
escuchan todavía;
quieren que se los ame,
quieren que se los recuerde de manera adecuada.

Somos nosotros mismos los que nos llevamos hasta el río
y nos alimentamos de café y de explosiones de opiáceos
propagados por el aire.

Se trata de polvo de hueso, un puñado de menta,
las obras reunidas de Dante
que lo cubren todo de madera castaña.

Es la imagen nítida
de alguien detrás de ti, que se parece a ti
pero que puede hacer que las moscas se le posen en los dedos.

Es el nervio óptico
reflejando sin fin a tus amigos.

Es tus amigos preparándote una tarta inmensa
rellena de higos y de mirlos,
trazando halos con las manos
y hablando honestamente,
poniéndose sensibles.

Es salir del bar con ellos.

En el taxi, de camino a casa, os acostáis los unos
en los brazos de los otros.

Bianca Stone

Ilustración: Antonio J. Romera

domingo, 7 de diciembre de 2014

Frente al mar

Oh mar, enorme mar, corazón fiero
De ritmo desigual, corazón malo,
Yo soy más blanda que ese pobre palo
Que se pudre en tus ondas prisionero.

Oh mar, dame tu cólera tremenda,
Yo me pasé la vida perdonando,
Porque entendía, mar, yo me fui dando:
«Piedad, piedad para el que más ofenda».

Vulgaridad, vulgaridad me acosa.

Ah, me han comprado la ciudad y el hombre.

Hazme tener tu cólera sin nombre:
Ya me fatiga esta misión de rosa.

¿Ves al vulgar? Ese vulgar me apena,
Me falta el aire y donde falta quedo,
Quisiera no entender, pero no puedo:
Es la vulgaridad que me envenena.

Me empobrecí porque entender abruma,
Me empobrecí porque entender sofoca,
¡Bendecida la fuerza de la roca!
Yo tengo el corazón como la espuma.

Mar, yo soñaba ser como tú eres,
Allá en las tardes que la vida mía
Bajo las horas cálidas se abría...
Ah, yo soñaba ser como tú eres.

Mírame aquí, pequeña, miserable,
Todo dolor me vence, todo sueño;
Mar, dame, dame el inefable empeño
De tornarme soberbia, inalcanzable.

Dame tu sal, tu yodo, tu fiereza.
¡Aire de mar!... ¡Oh, tempestad! ¡Oh enojo!
Desdichada de mí, soy un abrojo,
Y muero, mar, sucumbo en mi pobreza.

Y el alma mía es como el mar, es eso,
Ah, la ciudad la pudre y la equivoca;
Pequeña vida que dolor provoca,
¡Que pueda libertarme de su peso!

Vuele mi empeño, mi esperanza vuele...
La vida mía debió ser horrible,
Debió ser una arteria incontenible
Y apenas es cicatriz que siempre duele.

Alfonsina Storni

Ilustrado por Antonio J. Romera

miércoles, 19 de noviembre de 2014

Viajar

Viajar es marcharse de casa,
es dejar los amigos
es intentar volar
volar conociendo otras ramas
recorriendo caminos
es intentar cambiar.


Viajar es vestirse de loco
es decir “no me importa”
es querer regresar.

Regresar valorando lo poco
saboreando una copa,
es desear empezar.

Viajar es sentirse poeta,
es escribir una carta,
es querer abrazar.

Abrazar al llegar a una puerta
añorando la calma
es dejarse besar.

Viajar es volverse mundano
es conocer otra gente
es volver a empezar.

Empezar extendiendo la mano,
aprendiendo del fuerte,
es sentir soledad.

Viajar es marcharse de casa,
es vestirse de loco
diciendo todo y nada con una postal,
Es dormir en otra cama,
sentir que el tiempo es corto,
viajar es regresar.

Gabriel García Márquez

Ilustración: Antonio J. Romera

Poema de invierno

Así fue como acabó el undécimo mes, Noviembre
con el canto de las ocas salvajes
que marchaban hacia el Sur.

Y tú miraste hacia aquel cielo, para decir:
Si tuviera alas, también yo me esforzaría
en busca de nuevas tierras,
también yo levantaría mi campamento
en una playa llena de banderas amarillas;
quizá entonces trabajara mejor el tiempo,
quizá entonces olvidara para siempre
las murallas y la gente de esta ciudad.

Y, recuerda, yo sólo te hice una pregunta:
¿Por qué somos tan infelices?
De morir un mes más tarde
habría visto nieve
en nuestro jardín.

Seguíamos hablando
cuando los oscuros ángeles
que se lo llevaron
se llevaron también la tarde.

Así fue como acabó el undécimo mes, Noviembre:
Con el canto de las ocas salvajes
que marchaban hacia el Sur.

Bernardo Atxaga

Ilustración: Antonio J. Romera