Te respiro.
Te sosiego fuera de mí.
Te aturdo al alcance
de la luz fraternal.
Te bebo
hasta las heces del desastre.
El cielo me clava una estrella vagabunda
en el pecho. Veo el viento
como testigo, la noche imponente
que se entretuvo
en un dédalo de robles,
la distancia.
Te acoso
hasta el filo de la pesadumbre.
Te dreno.
Te desafío,
te consagro
a nada y
a nadie,
me vuelvo
tu sucesor ineludible,
tu heredero más feroz.
Ilustración: Amanda Cass




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