Nosotros, los que mentimos a diario,
los que encarnamos el difícil arte
de la locuacidad vacía,
nosotros, los embaucadores
de sordos,
temblones mediocres del infinito
abismo, los artistas consumados
de la transmutación y la astucia,
raza de enanos
irredentos, de perdularios
a domicilio, nosotros,
los sabios, los mezquinos, paralíticos
de la alegría, los entusiastas
del odio, los magníficos,
los elegidos desde siempre
para juzgar y condenarnos.
Deliciosa inteligencia.
Javier Adúriz
Ilustración: Catherine Chauloux
Mostrando entradas con la etiqueta Catherine Chauloux. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Catherine Chauloux. Mostrar todas las entradas
viernes, 11 de septiembre de 2015
martes, 10 de febrero de 2015
Veintiún poemas de amor. II
Me despierto en tu cama. Sé que estuve soñando.
Más temprano, la alarma nos separó
y hace horas que estás en tu escritorio. Sé lo que soñé:
nuestra amiga, la poeta, entra en mi cuarto
donde pasé días escribiendo,
hay borradores, carbónicos, poemas desparramados por todas partes,
y quiero mostrarle un poema
que es el poema de mi vida. Pero dudo,
y me despierto. Me besaste el pelo
para despertarme. Soñé que eras un poema,
te digo, un poema que le quería mostrar a alguien…
y me río y otra vez vuelvo a soñar
con el deseo de mostrarte a todos los que amo,
de movernos juntas abiertamente
en la fuerza de la gravedad, que no es simple,
que arrastra un largo trecho al plumerillo por el aire más alto.
Adrienne Rich
Ilustración: Catherine Chauloux
Más temprano, la alarma nos separó
y hace horas que estás en tu escritorio. Sé lo que soñé:
nuestra amiga, la poeta, entra en mi cuarto
donde pasé días escribiendo,
hay borradores, carbónicos, poemas desparramados por todas partes,
y quiero mostrarle un poema
que es el poema de mi vida. Pero dudo,
y me despierto. Me besaste el pelo
para despertarme. Soñé que eras un poema,
te digo, un poema que le quería mostrar a alguien…
y me río y otra vez vuelvo a soñar
con el deseo de mostrarte a todos los que amo,
de movernos juntas abiertamente
en la fuerza de la gravedad, que no es simple,
que arrastra un largo trecho al plumerillo por el aire más alto.
Adrienne Rich
Ilustración: Catherine Chauloux
miércoles, 3 de diciembre de 2014
Dedicatoria final
Pero tú existes ahí. A mi lado. ¡Tan cerca!
Muerdes una manzana. Y la manzana existe.
Te enfadas. Te ríes. Estás existiendo.
Y abres tanto los ojos que matas en mí el miedo,
y me das la manzana mordida que muerdo.
¡Tan real es lo que vivo, tan falso lo que pienso
que -¡basta!- te beso!
¡Y al diablo los versos,
y Don Uno, San Equis, y el Ene más Cero!
Estoy vivo todavía gracias a tu amor, mi amor,
y aunque sea un disparate todo existe porque existes,
y si irradias, no hay vacío, ni hay razón para el suicidio,
ni lógica consecuencia. Porque vivo en ti, me vivo,
y otra vez, gracias a ti, vuelvo a sentirme niño
Gabriel Celaya
Ilustración: Catherine Chauloux
Muerdes una manzana. Y la manzana existe.
Te enfadas. Te ríes. Estás existiendo.
Y abres tanto los ojos que matas en mí el miedo,
y me das la manzana mordida que muerdo.
¡Tan real es lo que vivo, tan falso lo que pienso
que -¡basta!- te beso!
¡Y al diablo los versos,
y Don Uno, San Equis, y el Ene más Cero!
Estoy vivo todavía gracias a tu amor, mi amor,
y aunque sea un disparate todo existe porque existes,
y si irradias, no hay vacío, ni hay razón para el suicidio,
ni lógica consecuencia. Porque vivo en ti, me vivo,
y otra vez, gracias a ti, vuelvo a sentirme niño
Gabriel Celaya
Ilustración: Catherine Chauloux
Suscribirse a:
Comentarios (Atom)


