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miércoles, 11 de noviembre de 2020

Antepasada

Antes de saber
que mi nombre no era
mío
que viviría
lejos de la casa de mis padres
que morirían
el romero y la lavanda
de mi propio hogar
que tendría que volver
a sembrarlos

antes de saber
que las cosas cambian
que mi hermana dejaría de hablarme
que todo
de a poco
se acepta

antes de ti
y de lo bello
y lo bueno
y lo inevitable,

estuve parada
ante la vida

vulnerable.


Ana Jimena Sánchez

Ilustración: Sonia MariaLuce Possentini

jueves, 9 de mayo de 2019

Amor y Supervivencia

Destruido ya el pasado, no cesamos
de intentar reconstruirlo, igual que un caserón.
Pero hoy allí no vive nadie.
No queda ni siquiera la liturgia
que hay de madrugada en la autopista.
Comprendo poco ya de aquellos días.
Quedan los resultados. Duros en ocasiones.
El afecto, una casa de muñecas,
llegaron a ocultar tu soledad.
Heridas feas bajo vendas blancas.
Camino bajo lunas impecables
de tu niñez y siento un orden
de cuentos para cuando te dormías.
Pienso en la dignidad de aquella niña
que dejaba a su hermana –la más débil
su lugar de princesa. No hay errores que puedan,
sin que nos demos cuenta, llegar hasta tan lejos
como los cometidos con la infancia.
Si no supiera qué amor eres
ni tú supieras qué amor soy,
habríamos perdido nuestra estrella.
Aunque ignoro desde hace muchos años
tus miedos y esperanzas cuando estás
sola en alguna habitación de hotel.
Aunque nunca sabré cuál de mis rostros
escogerás un día al recordarme,
he sentido de pronto que tú y yo, sin caricias,
hemos sobrevivido a un abandono.

 Joan Margarit

Ilustración: Sonia Maria Luce Possentini

miércoles, 10 de abril de 2019

La Boca

Boca que arrastra mi boca:
boca que me has arrastrado:
boca que vienes de lejos
a iluminarme de rayos.

Alba que das a mis noches
un resplandor rojo y blanco.
Boca poblada de bocas:
pájaro lleno de pájaros.
Canción que vuelve las alas
hacia arriba y hacia abajo.
Muerte reducida a besos,
a sed de morir despacio,
das a la grama sangrante
dos fúlgidos aletazos.
El labio de arriba el cielo
y la tierra el otro labio.

Beso que rueda en la sombra:
beso que viene rodando
desde el primer cementerio
hasta los últimos astros.
Astro que tiene tu boca
enmudecido y cerrado
hasta que un roce celeste
hace que vibren sus párpados.

Beso que va a un porvenir
de muchachas y muchachos,
que no dejarán desiertos
ni las calles ni los campos.

¡Cuánta boca enterrada,
sin boca, desenterramos!

Beso en tu boca por ellos,
brindo en tu boca por tantos
que cayeron sobre el vino
de los amorosos vasos.
Hoy son recuerdos, recuerdos,
besos distantes y amargos.

Hundo en tu boca mi vida,
oigo rumores de espacios,
y el infinito parece
que sobre mí se ha volcado.

He de volverte a besar,
he de volver, hundo, caigo,
mientras descienden los siglos
hacia los hondos barrancos
como una febril nevada
de besos y enamorados.

Boca que desenterraste
el amanecer más claro
con tu lengua. Tres palabras,
tres fuegos has heredado:
vida, muerte, amor. Ahí quedan
escritos sobre tus labios.


Miguel Hernández
Ilustración: Sonia Maria Luce Possentini

viernes, 21 de diciembre de 2018

Baladas no pagadas

Lanzo bolitas de cartón,
toco para soldaditos de papel,
ahora estoy triste:
he entregado todas mis canciones.

Alda Merini
Ilustración: Sonia Marialuce Possentini

miércoles, 31 de octubre de 2018

Decálogo

No invadirás mi reino ni los mares que amparan mis fronteras.
No abrirás una brecha en la muralla
que protege a la bestia herida.
No borrarás la imagen que con éxito
me empeño en moldear frente al espejo en los días de niebla.
No robarás la paz que, aunque endeble,
mantiene en orden mis ciudades, anclados en el puerto los navíos.
No incendiarás el mundo que logré edificar
sobre tanta derrota y a pesar de ello.
No entrarás, sobornando al centinela, en la alcoba
donde aguardé cien años y un día tu regreso.
No templarás tu acero en el cráter ardiente de mi espíritu.
No sembrarás en mí, de nuevo,
el temor de perderte.
No sabrás
que una palabra tuya basta para herirme de muerte
y hacer de mi corazón un campo de exterminio. No sabrás
cuanto anhelo rendir a tus pies este imperio,
entregarte mis armas y abdicar de mi misma entre tus brazos.
No verás, mi Señor, nunca verás
las lágrimas de amianto
con las que tejo mi armadura.

Chantal Maillard
Ilustración: Sonia MariaLuce Possentini

viernes, 6 de julio de 2018

todo lo que he aprendido es farragoso...


todo lo que he aprendido es farragoso
y me da miedo

todo lo que desconozco también

lo que sé y lo que ignoro
me obliga a permanecer en guardia

sólo puedo flotar inmóvil
feliz como si fuera nuevo
en los escasos segundos que transcurren
entre la intuición y el desastre

Iker Biguri
Ilustración: Sonia Marialuce Possentini

domingo, 29 de octubre de 2017

XXII


Acostumbran los cielos a entregarse
sin vida en el asfalto.
Mueven la luz en busca de los cuerpos.
Su mecánica es dulce y se repite,
como tu corazón,
cuando me prefería.


Una sombra sin dueño,
algo que no es la noche,
pero que surge andando de su vientre,
al regresar se acerca, se confunde,
pasa lejanamente hasta perderse.


Miro mi soledad
volver sin mí, desnuda,
de donde yo la llevo,
en la umbría derrota de sus pasos,
de portal en portal, rumor sin nadie.


Luis García Montero
Ilustración: Sonia MariaLuce Possentini





lunes, 16 de octubre de 2017

Muertes


Primero te olvidé en tu voz.
Si ahora hablases aquí,
a mi lado,
preguntaría yo: «¿Quién es?».

Luego, se me olvidó de ti tu paso.
Si una sombra se esquiva
entre el viento, de carne,
ya no sé si eres tú.

Te deshojaste toda lentamente,
delante de un invierno: la sonrisa,
la mirada, el color del traje, el número
de los zapatos.

Te deshojaste aún más:
se te cayó tu carne, tu cuerpo.
Y me quedó tu nombre, siete letras, de ti.
Y tú viviendo,
desesperadamente agonizante,
en ellas, con alma y cuerpo.
Tu esqueleto, sus trazos,
tu voz, tu risa, siete letras, ellas.
Y decirlas tu solo cuerpo ya.
Se me olvidó tu nombre.
Las siete letras andan desatadas;
no se conocen.
Pasan anuncios en tranvías; letras
se encienden en colores a la noche,
van en sobres diciendo
otros nombres.

Por allí andarás tú,
disuelta ya, deshecha e imposible.
Andarás tú, tu nombre, que eras tú,
ascendido
hasta unos cielos tontos,
en una gloria abstracta de alfabeto.

Pedro Salinas
Ilustración: Sonia MariaLuce Possentini

martes, 26 de septiembre de 2017

El secreto


Algunas cosas que vuelan habrá
—pájaros, horas, el abejorro—
que no tendrán elegía.

Algunas cosas que quedan estarán
—pena, colinas, eternidad—
sin llegar a complacerme.

Algunas cosas, al descansar, se elevan.
¿Puedo yo interpretar los cielos?
¡Qué inmóvil yace el acertijo!

Emily Dickinson
Ilustración: Sonia Marialuce Possentini

viernes, 7 de julio de 2017

El que cuenta las campanadas


El amante de medianoche,
el que ansió que ella le siguiera,
el que cuenta las campanadas
como un enfermo desahuciado;
el que pone cara de cárcel
cuando se mira en el espejo:
es el furtivo que no duerme
acechando a su compañera,
y ella es feliz porque ahora
vive una noche tan inefable
y tan honda como la muerte.

José Agustín Goytisolo

Ilustración: Sonia MariaLuce Possentini

miércoles, 5 de julio de 2017

A lo mejor eres tú mismo el tren que pita y se mete bajo


A lo mejor eres tú mismo el tren que pita y se mete bajo
       tierra rumbo al infierno o la estrella de chatarra que te
       lleva frente a otro muro lleno de espejos y de gestos,
       endiablados gestos sin dueño y tú tras ellos, solo, feliz
       propietario de una boca escarlata que muge.
Pega el oído a la tierra que insiste en levantarse y respirar.
Acaríciala como si fuera carne, piel humana capaz de
       conmoverte, capaz de rechazarte.
Acepta la espera que no siempre hay lugar en el caos.
Acepta la puerta cerrada, el muro cada vez más alto, el
       saltito, la imagen que te saca la lengua.
No te trepes sobre los hombros de los fantasmas que es
       ridículo caerse de trasero with music in your soul.

Blanca Varela


Ilustración: Sonia Marialuce Possentini

viernes, 30 de junio de 2017

Verano


Pudiera yo tener un muchacho sensible
Con sangre nueva y caliente, los ojos bellos,
Empezar con él un verano sin mentiras
Quemar al sol, por fin, todas las poesías.

Gabriella Sica


Ilustración: Sonia MariaLuce Possentini


domingo, 11 de junio de 2017

La enamorada


Ella vive de pie sobre mis párpados
Sus cabellos están entre los míos
Tiene la forma exacta de mis manos
Y el color de mis ojos que la miran
Ella se hunde entre mi propia sombra
Como una piedra en el azul del cielo.

Ella tiene los ojos siempre abiertos
Y me impide dormir con su mirada
A plena luz sus sueños luminosos
Hacen evaporar todos los soles
Sus sueños me hacen sollozar reír
Y hablar sin tener nada que decir…

Paul Éluard



Ilustración: Sonia MariaLuce Possentini

sábado, 8 de abril de 2017

Me contaron


Me contaron que estabas
enamorada de otro

y entonces me
fui a mi cuarto

y escribí este
artículo contra el
Gobierno

por el que estoy preso.

Ernesto Cardenal
Ilustración: Sonia MariaLuce Possentini

viernes, 7 de abril de 2017

La tristeza del mar cabe en un vaso de agua

No hay pues mujer más sola,
más tristemente sola,
que la que quiere amar a un hombre triste.
Piedad Bonnett

Los hombres tristes,
que tienen en sus ojos un café de provincias,
que no saben mentir como quien dice,
que se esconden detrás de los periódicos,
que se quedan sentados en su silla
cuando la fiesta baila,
que gastan por zapatos una tarde de lluvia,
que saludan con miedo,
que de pronto una noche se deshacen,
que cantan perseguidos por la risa,
que abrazan, que importunan hasta quedarse solos,
que retornan después a su tristeza
igual que a su pañuelo y a su vaso de agua,
que ven cómo se alejan las novias y los barcos,
esos hombres manchados por las últimas horas
de la ocasión perdida,
me recuerdan a mí.

Luis García Montero


Ilustración: Sonia MariaLuce Possentini

viernes, 24 de febrero de 2017

Meditación en el umbral

No, no es la solución
tirarse bajo un tren como la Ana de Tolstoy
ni apurar el arsénico de Madame Bovary
ni aguardar en los páramos de Ávila la visita
del ángel con venablo
antes de liarse el manto a la cabeza
y comenzar a actuar.
Ni concluir las leyes geométricas, contando
las vigas de la celda de castigo
como lo hizo Sor Juana. No es la solución
escribir, mientras llegan las visitas,
en la sala de estar de la familia Austen
ni encerrarse en el ático
de alguna residencia de la Nueva Inglaterra
y soñar, con la Biblia de los Dickinson,
debajo de una almohada de soltera.
Debe haber otro modo que no se llame Safo
ni Mesalina ni María Egipciaca
ni Magdalena ni Clemencia Isaura.
Otro modo de ser humano y libre.
Otro modo de ser.

Rosario Castellanos

Ilustración: Sonia Marialuce Possentini 

domingo, 12 de febrero de 2017

Presentimiento

Presentimiento es esa larga sombra
que poco a poco avanza sobre el césped
cuando el sol sus imperios abandona...

Presentimiento es el susurro tenue
que corre entre la hierba temerosa
para decirle que la noche viene.

Emily Dickinson
 
Ilustración: Sonia MariaLuce Possentini

sábado, 21 de enero de 2017

Reunión

Érase un bosque de palabras,
una emboscada lluvia de palabras,
una vociferante o tácita
convención de palabras,
un musgo delicioso susurrante,
un estrépito tenue, un oral arcoiris
de posibles oh leves leves disidencias leves,
érase el pro y el contra,
el sí y el no,
multiplicados árboles
con voz en cada una de sus hojas.

Ya nunca más, diríase,
el silencio.

Ida Vitale

Ilustración: Sonia Marialuce Possentini

martes, 17 de enero de 2017

El regalo

Empezó a nevar tarde anoche. Los copos húmedos
caían detrás de las ventanas, la nieve cubría
las claraboyas. Nos quedamos mirando un rato, sorprendidos
y contentos de estar ahí y en ningún otro lugar.
Cargué la estufa a leña. Ajusté el tiraje.
Nos fuimos a la cama, y enseguida cerré los ojos.
Pero por alguna razón, antes de dormirme,
recordé la escena en el aeropuerto
de Buenos Aires la noche que nos fuimos.
¡Qué callado y vacío estaba ese lugar!
Un silencio mortal, a no ser
por el sonido de los motores
al alejarnos de la puerta de embarque
rodando por la pista sobre la nieve liviana.
Las ventanas del edificio de la terminal, a oscuras.
Nadie a la vista, ni siquiera el personal de tierra. “Es como si
todo el lugar estuviese de luto”, dijiste.

Abrí los ojos. Por tu respiración,
dormías profundamente. Te cubrí con un brazo
y me fui de Argentina a recordar un lugar
donde viví una vez en Palo Alto. No hay nieve en Palo Alto.
Pero tenía una habitación y dos ventanas que daban a la autopista Bayshore.
La heladera estaba cerca de la cama.
Cuando me deshidrataba en medio de la noche,
lo único que tenía que hacer para saciar esa sed era estirarme
y abrir la puerta. La luz del interior me mostraba el camino
a una botella de agua fría. También había un calefactor
en el baño, cerca del lavatorio.
Mientras me afeitaba, el jarro de agua hacía burbujas
sobre la serpentina al lado del frasco de café instantáneo.

Una mañana me senté en la cama, vestido, bien afeitado,
tomando café, y postergué lo que había decidido hacer. Al final,
marqué el número de Jim Houston en Santa Cruz.
Y le pedí 75 dólares. Dijo que no los tenía.
Que la mujer se había ido a México por una semana.
Que no los tenía, en fin. Que ese mes
andaba corto. “Está bien”, le dije, “entiendo”.
Y era así. Hablamos un poco
más, después colgué. A él no le molestó nada.
Terminé el café, más o menos cuando el avión
despegó de la pista hacia el atardecer.
Me acomodé en el asiento y le di una última mirada
a las luces de Buenos Aires. Después cerré los ojos
para el largo viaje de vuelta.

Esta mañana hay nieve por todas partes. Hablamos de eso.
Vos me decís que no dormiste bien. Yo te digo
que tampoco. Vos pasaste una noche horrible. “Yo también”.
Estamos extraordinariamente tranquilos y tiernos el uno con el otro
como si pudiéramos sentir lo desvencijado de nuestro estado mental.
Como si supiéramos lo que el otro siente. Y no,
claro. Nunca se sabe. No importa.
Es la ternura lo que me interesa. Ese es el regalo
esta mañana que me conmueve y me abraza.
Igual que todas las mañanas.


Raymond Carver

Ilustración: Sonia MariaLuce Possentini

domingo, 15 de enero de 2017

Carta de amor

Escribe una carta de amor solamente
que tenga la semilla de un gran suspiro
y después olvídala en la memoria
para que yo la pueda escuchar.
De noche, cuando duermes,
aunque tú no lo sabes, vengo a buscarte:
mi límite frío de sueño
se compagina con el tuyo,
vivimos sobre dos desiertos
que al atardecer se transforman en colinas
y desnudo mis senos en la noche
ansiosa de que tú los mires.

Alda Merini

Ilustración: Sonia MariaLuce Possentini