Miro al cielo y siento su pecho hinchado. Puedo oírle relinchar. La
cañería marca ritmos ancestrales, como de hormigas metálicas horadando
el polietileno, el lenguaje de algún dios. La vida es esto, pienso. Este
miedo. La esquirla negra en el ojo reluciente.
Pensé que podría.
Pensé que si me agarraba con fuerza a los árboles, y apuntalaba mi vida
con sacos de metal pesado, y avanzaba sin detenerme hacia lo cierto
pero inmóvil, hacia las aguas estancadas pero limpias. Pensé,
no sucederá. La vida mantendrá su fulgor entre paredes, se mecerá
vibrátil en las manos mortecinas del burócrata, se agitará /
incandescente aún, impertérrita / sin la saliva y el fango de la duda,
con el cuerpo sosegado, y los huesos rectos y las manos rectas,
permitiendo a la enfermedad infectar nuevos rincones.
Quedará algo. Confinado entre vastos rompeolas, sí, pero quedará algo
que me permita seguir siendo. Seré yo entre aparatos, carne propia en
centralita intercomunicador dictáfono. Yo, con la vida rompiendo aguas
en mis manos, y el cuerpo y la boca florecidos.
..
Pero y si la vida es este miedo. Este. No. Saber. Qué. Y yo tanto tiempo empeñada en salvarme.
..
En todo cuerpo hay un abismo. Pero el abismo cambia. Se intercambia.
Varía. Porque un cuerpo fuerte puede afrontar la incertidumbre. Es más,
un cuerpo fuerte puede disfrutarla, lograr que le engrandezca. Pero a
mí, que el alma se me encoge y se me enrosca, y miro mis manos y los
ojos de los otros mirando mis manos, y cualquier hueco me atenaza, y la
duda hace retumbar mis catedrales, y me expone diminuta y balbuciendo,
con la carne despegada, cayéndose a jirones de las manos.
Quizá la
vida sea esto, y el temblor no sea un país que abandonar constantemente.
La protección está sobrevalorada. La pared, si se levanta por temor, no
tiene fin. Quizá yo también sea fuerte. Quizá yo también pueda lograr
que la duda me engrandezca. Quizá. Quizá.
La incertidumbre también puede ser un planeta hermoso. Y la casa: el pasmo. Este vivir en estado gaseoso que tanto temo.
Bárbara Butragueño
Ilustración: Atravesando la oscuridad de Ana Pez
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martes, 27 de octubre de 2015
miércoles, 4 de junio de 2014
Máscara
Abres la boca y miras dentro
con la firme voluntad
de entender algo. Debe
de estar allí escondido
el sordo repicar
de tanta angustia un reloj
una máquina de ritmo
impertinente
que te ata con esta
extraña fuerza
a la cordura.
Desde hace algún tiempo
visitas con frecuencia
la mentira y su oscura
catedral. Y sería
faltar a la verdad decir
que no te has familiarizado
poco a poco casi
sin saberlo
con esa falta de exigencia
hacia ti misma
con ese rumor constante
que brota fieramente
de la grieta
que ahora llevas en la cara.
Te has dejado ir como
quien baila con delicadeza
una música indescifrable
y de pronto
advierte
que se encuentra
en la otra punta de la sala.
Ahora
con el cuerpo aborrecido
con la piel
transida de inminencia
contemplas con pavor
y en ángulo perfecto
de setenta y cinco grados
esa última fisura
que queda por colmar.
La culpa es una forma de avaricia
un modo agotador de atesorar virtud.
Ya no sé qué es máscara
y qué es rostro.
Bárbara Butragueño
Ilustración: Aurika Piliponiene
con la firme voluntad
de entender algo. Debe
de estar allí escondido
el sordo repicar
de tanta angustia un reloj
una máquina de ritmo
impertinente
que te ata con esta
extraña fuerza
a la cordura.
Desde hace algún tiempo
visitas con frecuencia
la mentira y su oscura
catedral. Y sería
faltar a la verdad decir
que no te has familiarizado
poco a poco casi
sin saberlo
con esa falta de exigencia
hacia ti misma
con ese rumor constante
que brota fieramente
de la grieta
que ahora llevas en la cara.
Te has dejado ir como
quien baila con delicadeza
una música indescifrable
y de pronto
advierte
que se encuentra
en la otra punta de la sala.
Ahora
con el cuerpo aborrecido
con la piel
transida de inminencia
contemplas con pavor
y en ángulo perfecto
de setenta y cinco grados
esa última fisura
que queda por colmar.
La culpa es una forma de avaricia
un modo agotador de atesorar virtud.
Ya no sé qué es máscara
y qué es rostro.
Bárbara Butragueño
Ilustración: Aurika Piliponiene
domingo, 30 de marzo de 2014
Debe usted saberlo
Debe usted saberlo
yo nací lejos del umbral
desconozco, así, su gesto
el canto sereno
con el que otros hablan
las grandes palabras
que a una se le ahuecan
como pájaros mojados
en la boca
durante años he visto hombres
que manejaban con premura el diccionario
y conocían el sentido exacto
de la palabra culpa
y les bastaba
pero a mí, que el vocablo se me enquista
y me cava el pecho como un descendimiento
todo me parece un vagar empedernido
por el líquido articular del dígase amor propio
dígase egoísmo
dígase umbral eterno entre las cosas.
Yo sólo busco callar el bisbiseo
alcanzar la paz de lo rotundo
hacer callar
al maldito perro
de la indefinición.
Y todo porque
tener un cuerpo limpio
requiere hacer hogar de la virtud
y no morar la periferia
y de ahí este
quemar con pavor los diccionarios
y exigir conocer, no ya el sentido:
el intervalo la linde
la fina línea que separa
pongamos el amor del egoísmo
y su oscura simetría.
Mi congoja no es más que una forma cauta de certeza.
Bárbara Butragueño
Ilustración: Amanda Cass
yo nací lejos del umbral
desconozco, así, su gesto
el canto sereno
con el que otros hablan
las grandes palabras
que a una se le ahuecan
como pájaros mojados
en la boca
durante años he visto hombres
que manejaban con premura el diccionario
y conocían el sentido exacto
de la palabra culpa
y les bastaba
pero a mí, que el vocablo se me enquista
y me cava el pecho como un descendimiento
todo me parece un vagar empedernido
por el líquido articular del dígase amor propio
dígase egoísmo
dígase umbral eterno entre las cosas.
Yo sólo busco callar el bisbiseo
alcanzar la paz de lo rotundo
hacer callar
al maldito perro
de la indefinición.
Y todo porque
tener un cuerpo limpio
requiere hacer hogar de la virtud
y no morar la periferia
y de ahí este
quemar con pavor los diccionarios
y exigir conocer, no ya el sentido:
el intervalo la linde
la fina línea que separa
pongamos el amor del egoísmo
y su oscura simetría.
Mi congoja no es más que una forma cauta de certeza.
Bárbara Butragueño
Ilustración: Amanda Cass
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