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miércoles, 9 de marzo de 2016

Coloquio de medianoche, Safo


Más allá de los cabos y promontorios del ansia, más allá de los premeditados menhires del deseo, más torpes y tímidos con aquellos que más exigen algo sutil y hermoso y lleno de descanso, nos movemos y zozobramos en mareas de ilusión, a tientas buscando más allá de las inmóviles puertas de la inmortalidad. Felices los fundadores de la ciudad enterrada, transparentes sus actos, sus ansias y leyes, unidos como nosotros hemos sido divididos. Enzarzados en guerras que cada vez tienen menos sentido, demasiado sencillos, demasiado complejos, demasiado profundos, demasiado curiosos, unimos nuestros huesos a los suyos en los sepulcros del mar ensuciando los fluctuantes suelos del amargo océano. Insubstanciales, sin objeto, sin gracia para marcar la historia con algo más que la huella de un error típico, como un labio leporino o un ojo azul, una y otra vez transmitidos. Por los resbalosos senderos del error perenne, nos movemos entre indolencia, indulgencia e ignorancia, la llegada sin motivo, y la partida sin motivo, atrapados por los grilletes del error que revive, causa condenada de hecho y aún desdeñada, débil compendio torpe como los besos que se confabulan para cruzarse con la muerte hasta que el tiempo nos siga, el tiempo que nos encuentra y aquí nos retiene a tiempo, en esta eterna pausa, a tientas buscando más allá de las inmóviles puertas de la inmortalidad.
Lawrence Durell
 
Ilustración: Lena Sayadian

jueves, 17 de diciembre de 2015

Creación

Estoy vivo y he sorprendido las estrellas en el alba.
Mi compañera continúa durmiendo y lo ignora.
Mis compañeros duermen todos. La clara jornada
se me revela más limpia que los rostros aletargados.


A distancia, pasa un viejo, camino del trabajo
o a gozar la mañana. No somos distintos,
idéntica claridad respiramos los dos
y fumamos tranquilos para engañar el hambre.
También el cuerpo del viejo debería ser sano
y vibrante -ante la mañana, debería estar desnudo.


Esta mañana la vida se desliza por el agua
y el sol: alrededor está el fulgor del agua
siempre joven; los cuerpos de todos quedarán al
descubierto.
Estarán el sol radiante y la rudeza del mar abierto
y la tosca fatiga que debilita bajo el sol,
y la inmovilidad. Estará la compañera
-un secreto de cuerpos. Cada cual hará sentir su
voz.
No hay voz que quiebre el silencio del agua
bajo el alba. Y ni siquiera nada que se estremezca
bajo el cielo. Sólo una tibieza que diluye las estrellas.
Estremece sentir la mañana que vibre,
virgen, como si nadie estuviese despierto.

Cesare Pavese

Ilustración: Lena Sayadian